Recomendación consolera del día: LSD Dream Emulator

La siguiente entrada está adaptada (traducida libremente y resumida) de Hardcore Gaming 101, una web de rarezas que todo aficionado a los videojuegos que se precie debería visitar a diario.

Los videojuegos se vienen usando como método para evadirse de la realidad desde hace décadas. Coloridos cuentos infantiles, inefabless futuros distópicos… no existe medio audiovisual alguno capaz de hacerte experimentar mejor ese particular gusanillo, meterte de lleno en un universo de fantasía. Una alternativa física al mundo de los sueños codificada en unos y ceros. Mundo que a su vez se ha visto representado en más de dos y tres juegos. ¿El círculo se cierra?

Títulos como Rez, Psychonauts, o la saga Nights serían varios ejemplos muy conocidos de eso que acabo de decir, pero sólo hay uno que de verdad captura la esencia de lo que es soñar. Un señor llamado Hiroko Nishikawa se pasó diez años llevando un diario de sueños, otro caballero de nombre Osamu Sato adaptó esos textos a un videojuego con cara y ojos, y de ahí salió esta pequeña maravilla de la que hablaremos hoy: LSD Dream emulator.

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Las siglas del título…

LSD fue lanzado en Japón para la primera PlayStation y nadie tuvo los redaños de distribuirlo internacionalmente. Si alguien encuentra por ahí una copia física, mejor que no pregunte el precio así sin anestesia. Sin embargo, es desde su reciente reedición para el PSN japonés que lo ha podido probar legalmente todo un nuevo abanico de jugones. Ya que, si bien su temática puede tirar para atrás a mucha gente, el título en sí no requiere conocimiento alguno de la lengua nipona.

Y es exactamente lo que parece, un sueño jugable. Puede que no haya envejecido tan bien como debiera y tenga sus carencias, pero estamos ante una experiencia que merece la pena vivir.

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…no son casualidad.

Todo empieza con un psicodélico vídeo de introducción al que luego sigue la pantalla de menú, con un contador indicando cuántos sueños llevas. Al no tener autoguardado se debe salvar la partida manualmente, algo muy fácil de olvidar ya que jugarlo mucho rato suele dejar la cabeza un poco tocada.

El primer nivel siempre tiene lugar en una casa. Luego, según reinicias, los escenarios varían una barbaridad. Desde una típica villa japonesa hasta un montón de sitios cuyo diseño podría perfectamente haber salido de la mente del maestro Dalí. Que nadie se deje engañar por lo aparentemente aleatorio de los mismos: cada lugar es fijo y perfectamente explorable.

Por su parte, los gráficos de este particular simulador ya tienen sus años pero son suficientes para representar las ideas de Nishikawa, con unos modelados 3D que deberían resultar familiares a todo aquel con la suerte de sobrevivir a la generación de la play.

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«Necesitamos un símbolo, algo que indique que somos gays… y republicanos»

Moverse por Dream Emulator es sencillísimo. Con la cruceta andas, con L1/R1 miras hacia atrás, y manteniendo pulsado L2/R2 te mueves sobre tu eje. El botón X realiza la acción de correr, que puede ser bastante útil en las zonas más amplias.

Cada nivel dura unos diez minutos en los que puedes explorar el extraño mundo del videojuego. Morir, como es lógico, hará que te despiertes.

Hay dos maneras de avanzar, tomar túneles y tocar cosas. Con lo primero nos referimos a pequeños caminos, mientras que lo segundo quiere decir exactamente eso. Ya sea una pared, una flor, o un minotauro tirando de un carro, cualquier cosa que toques te transportará mágicamente a otro lugar mediante una transición de color variable. Blanco y azul indican que vendrá algo positivo, siendo el rojo un aviso de que el sueño va a adquirir un tono más macabro.

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¡Buh!

A veces, en lugar de jugar un nivel, pulsar start hará que salte un vídeo completamente surrealista. Los hay a montones y lo cierto es que llegan a dar bastante cosa, aún con la primitiva compresión que usaban hace ya tantos años. En uno tienes la imagen en negativo de un metro transitado, en otro te muestran una pecera dentro de un ascensor… Otros sueños no son más que texto japonés de color blanco sobre fondo negro.

Y… no tiene mucho más. Podría detenerme (y de hecho el artículo original lo hace) en el diseño de los niveles en sí o el contenido que se puede encontrar en ellos, pero me gustaría que cada uno llegara a probarlo lo más virgen posible. Ponedlo en vuestra consola o emulador más cercano y simplemente dejaos llevar.

Debido a la falta de cosas que hacer, es el típico título al que te vicias durante días seguidos y cuando te cansas lo dejas de sopetón, rejugándolo a ratitos cortos cada cierto tiempo. Tiene detalles que no me gustan, pero cambiar la jugabilidad también se cargaría ese nosequé que hace que de verdad te sientas dentro de un mundo onírico. Ya hay juegos de temática parecida con retos para el jugador. Psychonauts o Eastern Mind: The Lost Souls of Tong Nou del propio Osamu Sato, por ejemplo. LSD se trata de explorar por el puro placer de hacerlo, sin mayor sentido, meta u objetivo. Al fin y al cabo, ¿soñar no va de eso?

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El Mazinger Z de los chinos está de acuerdo conmigo.

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